Trance

por Libertad Periodística

Onirismos: Juan Carlos Ynuma


Soñé con ella, no había visto su cuarto aún, pero donde estábamos eso parecía ser, era el cuarto de una adolescente, esos con toques de niña y de señorita, no nos decíamos nada, con el fluorescente apagado, unas cuatro velas iluminándonos, ese se transformaba en un lugar pagano, de silencio, de ritual. Alrededor se formaban sombras alargadas y deformes, como espíritus oscuros contemplándonos… en un tazón metálico no se que metal, pero no tenía grabado ningún símbolo tribal, se mecía en dos arcos a los lados, dentro se cocinaban una serpiente y una masa de carne al parecer aún viva, noté que por ratos se movía, pronto definí que era un corazón humano, no llegue a hacerlo, pero sabía que ella cocinaba para mi, y yo estaba predispuesto a ingerir, me encontraba hambriento, mi boca salivaba, ese olor me cubría de ansias…

Despertó antes, cuando estaba apunto de llevarse un bocado, aun percibía el hedor del reptil y la carne cruda, su pijama estaba empapada de sudor, le dolía el pecho, se levantó desesperado, y corrió hasta el baño, vomitó por varios minutos, vomitó hasta sangrar por la nariz. Se quedo reflexivo sosteniéndose con las palmas sobre el borde de la taza.

Faltaba un par de horas para que el cielo se aclare, se metió a su cuarto, encendió la luz, empezó a dar algunas vueltas sobre el pequeño espacio vacío, se rascaba la nuca, le temblaban los dedos, la boca se le secaba, en el pecho había un extraño vacío, lo tocaba y sentía su corazón palpitando con terrible fuerza, pero aun era como si no hubiese nada, se sentó sobre su colchón, y empezó a pensar, intentar pensar en cosas agradables, ¿A dónde se había ido el sueño? Tenía muchas ganas de estar afuera, de que amanezca de una vez, su inquietud amenazaba con hacerlo gritar. Cogió el Sketch book que reposaba sobre el estante de libros, abrió el ultimo cajón de su velador, entre las reglas, papelitos, una cartuchera, encontró el lápiz carboncillo y pintarrajeó la cartulina en blanco, líneas sin sentido, formas absurdas, nada concreto, muchas sombras, muchas cruces, las palmas se manchaban, las yemas se ponían rojas, la muñeca dolía, sin embargo tras unos minutos, apareció un excelente retrato de Vanesa arreglándose el cabello frente al espejo, quedo pasmado en la contemplación de su ser, el dibujo tenía gran realismo, estaba plagado de obsesivos detalles, había conseguido plasmar con una exactitud tenebrosa el siniestro brillo de su mirada reflejada en el vidrio, daba la impresión de que aquella chispa oscura traspasaba el papel y hacía contacto con sus ojos, con la misma agudeza que experimentaba en los segundos en los que sus miradas se cruzaban cada vez que el pasaba por su ventana. Acariciaba el papel con lentitud y delicadeza, deteniéndose por el rostro, la espalda, la cintura, acercó el dibujo a sus labios, cerró los ojos, le dio un largo beso sin presionar mucho el papel, no entendiendo aún si besaba la belleza de su creación, o si la besaba a ella.

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